viernes, 28 de diciembre de 2012

Aspasia de Mileto, la primera filósofa

 

 
A Hipatia de Alejandría la  cultura popular le ha dado el primer puesto sólo porque ninguna productora de cine ha querido financiar una película sobre Aspasia de Mileto (613 a.C.); filósofa, discípula de Heráclito, originaria de Asia occidental (actual Turquía), una filósofa “rigurosa, adusta y severa” según relata la crónica de Diogenes Laercio, “Vida de filósofos ilustres”. Tan sistemática en sus razonamientos como implacable, podía defender con apasionamiento un argumento y seguidamente su contrario sin pestañear y con igual energía y credibilidad. Fue  inventora de la lógica formal antes que el mismísimo Aristóteles; maestra de silogismos y paradojas. A pesar de todo, el biógrafo Diógenes Laercio, ha intentado minimizar su importancia como pensadora, supongo que por el hecho de ser mujer. En sus biografías la considera una vulgar “profesora de retórica y sofística”, y da argumentos que curiosamente hacen referencia no a la inteligencia, sino al aspecto físico. Dice que “pese a no estar desprovista de algún atractivo, abandonó deliberadamente  los cuidados propios de una mujer  para adoptar un aire varonil que la despojaba de todo encanto” (D.L., 225-227b). Quizá, digo yo, fuera esa su manera de competir en un mundo dominado exclusivamente por  hombres. Puede. Nunca lo sabremos. Ni de sus textos queda rastro, ni de su aspecto.  Por mi parte, ahora que este 2013 se cumplen 25 siglos de su nacimiento, a modo de homenaje, le dedico un retrato, tomando como referencia la indumentaria de la época y las palabras antes citadas de Diogenes Laercio.
 
 

 

 
 
 
Cuando le preguntaron al pintor alemán Caspar Friederich por qué siempre dibujaba personas de espaldas contemplando un paisaje, respondió "porque cuando los pinto de frente siempre me quedan con un ojo más grande que el otro". Entiendo perfectamente a Caspar Friederich.

domingo, 25 de noviembre de 2012

EL REY MONO


En un libro excepcional titulado Por qué me comí a mi padre,  el científico Roy Lewis nos explica la historia de un mono que a finales del pleistoceno, alrededor del año  125.000 a.C., milenio arriba, milenio abajo,  condujo  una horda de semejantes hacia un camino sin retorno. Era un líder nato, un visionario,  convencido de la superioridad natural de su grupo de homínidos para imponerse sobre el resto de las especies. Por ello sometió a su horda a todo tipo de pruebas en el camino imparable hacia el progreso. A este mono esencial se lo considera el padre putativo de la especie humana, el Rey Mono, el eslabón perdido.

Se ha escrito mucho sobre el eslabón perdido y su árbol genealógico. Casi todo son especulaciones y fantasías. A mediados  del siglo XVIII el cónsul inglés en Sicilia Sir William Snow  recibió en su palacio la visita de un amigo llamado  Jack Singelton,  un emprendedor  que había amasado una inmensa fortuna en la caza y  trafico de  negros a  las Antillas al amparo del “asiento de negros” concedido por la corona española. Como regalo protocolario, Jack le trajo al cónsul un ejemplar de primate excepcional nunca visto en el viejo continente que él mismo había encontrado por casualidad en una de sus razzias  buscando  esclavos. Las tribus indígenas sentían hacia el animal un respeto casi místico.

El primate causó sensación en la corte del  reino de las Dos Sicilias. Debido a su porte e inteligencia,  se lo consideró  un descendiente directo de ese mono primigenio. Participaba en todo tipo de eventos y recepciones oficiales. Se le asignó  una  cámara propia con vistas al monte Etna. Le pusieron por nombre Jack, como el amigo del cónsul. Poco acostumbrado a la vida sedentaria en cautiverio, Jack  no tardó en enloquecer en el palacio de Sir William. Perdió las formas. Algunos testigos atribuyen su locura a la proximidad del volcán que empezaba  a despertar de un letargo de siglos. Su comportamiento empezó a volverse agresivo y rijoso. La gota que colmó el vaso llegó cuando Jack, en un arrebato de furia, trató de forzar a la esposa del cónsul.

No fue esa la única razón que llevó a Sir William a ordenar el sacrificio de la bestia, pero sí la más determinante; el proceso de degeneración era muy notorio y evidente. El rey mono era una sombra de sí mismo. La civilización no le había sentado nada bien. Pocos días después de su muerte el Etna estalló en una tormenta de fuego y ceniza.

 El interés por el rey mono vino dado por un cuadro impresionante de Walton Ford, el pintor animalista,  que estaba expuesto temporalmente en una galería de Londres  antes de pasar a manos de un coleccionista privado. El cuadro muestra a Jack en sus últimos días de vida. En la parte superior izquierda se puede leer una inscripción hecha a vuelapluma: "Jack on his deathbed"
Me pareció que estaría bien empezar un cuadro de Jack en su medio natural antes de la decadencia. Por ello hice algunos esbozos de su rostro.




 
El cuadro debería ser de gran formato representando a Jack en medio de la jungla tumbado en un diván bajo la mirada furtiva de un leopardo, al fondo la luz de la luna. Esta claro que la idea supera mis capacidades, pero lo dejo apuntado por si algún día, quién sabe.


 Es una buena idea mantener a Jack en su diván símbolo del lujo de una época que en sí misma ya nació decadente. Me refiero al segundo imperio durante el reinado de  Napoleón III. El diván estilo segundo imperio es un mueble que retrata su tiempo de una forma inmejorable, caduco, inútil, ostentoso, lánguido.   Colocarlo en medio de la selva lo eleva a la categoría de símbolo.

Eso debió pensar Henri Rousseau cuando se le ocurrió pintar esto. Rousseu lo más cerca que estuvo nunca de la selva fue un fin de semana que se fue de picnic al bois de Boulogne en las afueras de Paris.
 

Sin embargo el cuadro funciona. Tanto que el diván en medio de la selva ha pasado a formar parte de una tradición. Al diván posteriormente le dio uso el psicoanálisis y se le han subido criaturas de todo pelaje. Esta es la última de la que tengo constancia, del pintor catalán Fernández Saus.

 

 

sábado, 10 de noviembre de 2012

El Misterio de la Batamanta 2

 Me comentan (con rabia) que puestos a plagiar vilmente, al menos cite las fuentes. Esta bien, la pintura original es de Massaccio y se titula San Jerónimo y San Juan van a por pan. El original completo es así:


 Lo que he hecho ha sido un "zoom pictórico".
No plagio ninguna más, lo prometo.

domingo, 4 de noviembre de 2012

El misterio de la batamanta!





Esto es lo primero que he pintado. No me pregunten por qué. Por cierto, no, no es una batamanta, es un brazo de santo, sí. ¿Y por qué no? Qué leches, por algo había que empezar. Creo que es San Jerónimo pero no me hagan mucho caso. Va vestido con la túnica roja típica de los obispos. Vestido de gala con guantes y todo. En la mano izquierda, la que he pintado, el santo sostiene una especie de casa. En realidad no es una casa, es una iglesia. Podría haberle hecho un campanario o algo que la identifique como iglesia, pero da igual, lo que importa es la idea, el concepto. Claro, todo esto es simbólico. En la otra mano, que no se ve, sostiene un ejemplar de la Bíblia. El santo va acompañado por otro individuo que le susurran cosas al oído, lo dejo a la imaginación de cada cual. A mí el cartón de la caja de embalar ya no me daba para más, asi que aquí se ha quedado la primera pintura.